La noche del sábado, el EstadioQuisqueya se convirtió en un altar colectivo. Allí, la agrupación cristiana Barak alzó su voz no solo para cantar, sino para consolar a una nación herida mediante su concierto “Dios es fuerte”.
El evento se convirtió en un acto de fe compartida, esperanza encendida y consuelo para un pueblo aún de luto.
Pasadas las 8:30 de la noche, las luces se apagaron y el escenario cobró vida, dejando al descubierto el corazón del mensaje: en medio de la prueba, Dios sigue siendo refugio.